domingo, 28 de mayo de 2017

Mayo



Mayo es un buen mes para nacer.

Venimos desde la oscuridad, en la que nos hemos ido gestando con delicadeza artesana, hasta que por fin, la vida se conjuga en un pulso certero y da la orden de salir a la luz.

Habrá tiempo de volver a la oscuridad, antes quedan muchas cosas por hacer.

No ha sido tan difícil como imaginaba. Le habían contado tantas cosas al respecto... Ahora que entra la enfermera y deposita de nuevo en sus brazos ese pequeño pedazo de vida, repara en el detalle de las facciones. La curva del mentón, las orejas pequeñas y apenas separadas de la cabeza, los ojos rasgados, los labios finísimos, la nariz… ¿a quién le recuerda esa nariz?

Por primera vez se puede dedicar a la contemplación sin asuntos pendientes aguardando. Es nuevo, distinto, otra muestra de ilimitada creatividad. Y sin embargo, todo en ese ser deviene en cercano y conocido. Con el paso de los días, los rasgos se irán purificando, dejará de ser semejante a unos para ser igual que otros, al tiempo que, cada segundo sirve para moldear una personalidad única e irrepetible.

Mientras atesora ese peso liviano entre sus brazos, en la habitación vacía, inundada por luz de mediodía, rememora trozos de tiempo lejano.

Hay retazos del pasillo de una casa que ya no existe, que desemboca en un amplio patio en el que se distingue al menos un manzano. La sombra de un hombre mayor, con gafas y chaqueta gruesa de color verde, que avanza en zapatillas. Una pared en la que se ordenan distintos aperos de labranza.

Algún día también él necesitará mirar atrás y rescatar primeros recuerdos.

Será una tarde parecida, en la que discute con su hermano mayor cuál se supone que es el camino correcto a seguir. Mientras el otro argumenta que no dispone del tiempo necesario para proporcionarle a su madre todos los cuidados que demanda, él asevera que si ella no lo dispone así, no consentirá ingresarla en una residencia para mayores.

Su hermano aduce que acaba de ser padre, trabaja muchas horas al día y las jornadas no dan para más. Al parecer su madre se desorienta con facilidad y le cuesta mantener el equilibrio. Ha caído varias veces, por fortuna nada serio, y desde hace unos meses vienen a limpiar la casa tres veces por semana. Vive sola, por expreso deseo de ella. Él pasa a verla todas las tardes. Prepara raciones de comida para varios días, que después guarda en la nevera perfectamente etiquetada.

-      Yo no puedo más. - dice el mayor. Te juro que no puedo más.

La puerta de la habitación se abre y resuenan unos pasos sobre las luminosas y asépticas baldosas. El padre reclama su turno con el recién nacido, pues tampoco ha tenido tiempo de estudiar sus rasgos y experimentar el peso de su cuerpo. El padre huele a café y sándwich de jamón y queso. Se evapora el momento de intimidad materno-filial y la vida vuelve a moverse en la habitación a ritmo de presente, alejada ya de una casa en un barrio obrero de la ciudad, con tres habitaciones, una cocina conectada con una sala y fotografías de gente sonriendo.

Sí queridos, Mayo es un buen mes para nacer.




Foto: M.H.C

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