¿Qué significa ser humano?
Alan Stivelman se fue con 200 preguntas a
las montañas de Perú, con la inquietud de encontrar una respuesta a la gran
cuestión. Allí conoce a Plácido, un chamán andino que le invita a otro viaje en
el que, a través de lo sutil, Alan, irá hilando destellos de luz.
Debe de ser algo así como esas cosas que,
si tú no las puedes entender, nadie te las va a poder explicar.
Pero,
¿Qué significa ser humano?
Esto que tocamos y olemos, el peso muerto
que se va a dormir con nosotros, el pesado cansancio que nos acosa al terminar
la jornada, la mirada nostálgica que regalamos una tarde de sol, sentados sobre
la piedra del camino…
Tendremos que mirar bien adentro si
queremos encontrar una respuesta. Porque todo ahí fuera confunde y lleva a la
desesperación.
Enchufo la TV, me siento doliente en el sofá, como si fuese
poco mas que un compendio de órganos en sístole y diástole. Avanzan las
imágenes por la pantalla sucia de polvo.
En Iguala, un lugar a orillas de México
D.F., la autoridad desautorizada revuelve la tierra en busca de 43 estudiantes
desaparecidos. Nadie sabe nada. En África sur, la gente se desangra por las
calles sin que nadie los atienda por miedo a correr su misma suerte. En mi país
la pobreza galopa cual jinete del Apocalipsis. Ya no es una mancha silenciosa.
Al otro lado de la valla, sin más techo que el cielo estrellado del otoño,
grupos de desesperados esperan una oportunidad para saltar al otro lado, donde
lo más probable es que los devuelvan de una patada al mismo lugar donde
aguardan por el otro lado…
¿Cuántas vidas vamos a necesitar para ser
humanos?
Palidecemos. Nos marchitamos. Vivimos de
espaldas a nosotros mismos, enfrentados a espejos recubiertos de azogue por
ambos lados. Ciegos, torpes, entretenidos con el día a día mientras el mundo se
apresura a desinflarse.
¿Qué significa ser humano?
¿Lo sabes tú?
Aprieto el botón rojo de la TV, antes de que licue por
completo el contenido de mi cerebro. Me quedo a solas con el zumbido de la
nevera. A oscuras, distingo el destello de un avión a cientos de pies de
distancia.
Allá va otro día sin respuestas
revoloteando en el cuarto de estar, como el agua que da vueltas en el lavabo
antes de desaparecer.
Quiero ser polvo de estrellas, y nada más.