Me he venido a enterar, no hace mucho, de
que en la revista Meteoritics and Planetary Science (Dic.,
2010)
publicaban el hallazgo de aminoácidos en un meteorito caído en el norte de un
país africano, de cuyo nombre no puedo acordarme.
Huyo de entrar en la controversia
científica, y sus múltiples aristas, y reparo en ese trozo de roca entreverado
de letras (aminoácidos) que la vida utiliza para construir palabras
(proteínas).
Lo imagino divagar con su cola
blanca, por tiempo indefinido por el espacio sideral. A solas con su
combinación de letras, sujeto a todo tipo de vicisitudes e inclemencias, hasta
arribar a un ignoto erial con su poema desordenado a cuestas. Ahora gentes de
bata blanca, adictos a la formulación de hipótesis, proponen que ahí fuera
puede formarse vida y que incluso esta de aquí podría haberse escrito con esa
materia primordial en tránsito, en busca de un espacio en blanco sobre el que
digresionar ad infintum
Como si una botella cargada de
palabras inconexas arribase a la playa por la que paseamos y compulsivamente
nos pusiésemos a combinarlas labrando historias sin parar, mientras de fondo
suena un chelo…
Levanto la cabeza de la hoja del
periódico. Fuera las nubes juegan a tapar el sol que se resiste a ser velado
sin presentar batalla. Es domingo de resurrección y tengo la impresión de que
la vida se dirige a cámara lenta. Fluyen padres y madres con niños, algún
barrendero limpia los restos de la semana santa, pululan gentes sin orden aparente…
Se me ocurre que somos como
hormigas siguiendo huellas de otros. Es posible que nuestros ojos tengan tan
claro el escenario que ya no necesiten ver, les basta con suponer o recordar. Se
me ocurre que vivimos sin reparar en la inalterable sucesión de luz - oscuridad
que nos viaja desde el nacimiento hasta la muerte.
Me pregunto si Él, al que
trasegaron estos días por las calles al son de tambores y repiques de campana,
fue alguna vez un solitario navegante sideral, verso suelto con el que comenzar un
Erase
una vez en un lejano confín de cuyo nombre no me puedo acordar…
Se escapa la mañana y no me
decido a levantarme del asiento. Todavía no. Mis compañeros de escenario se
suceden como fotogramas de una película.
A lo mejor es tiempo ya, de
también nosotros resucitar.
¿Se les ocurre un día mejor?
Sin duda, además es una maravillosa música de fondo.
ResponderEliminar