viernes, 9 de agosto de 2013

Sentencia



A mitad de la noche, en un instante ignoto, cierto vaivén inconsistente sobre la piel del antebrazo, lo despertó.

Tardó en recuperar las circunstancias y los hechos. No fue fácil recordar el lugar que habitaba. Giró en la cama, alargó el brazo y descubrió el hueco vacío. Fría por regiones, inhóspita en su totalidad.

Sí, hacía ya días que dormía sólo en aquel apartamento pequeño, recién prestado por la urgencia de los acontecimientos. En los sueños se rebajan los límites y todo es posible. Ya despiertos, casi nada resiste el contraste.

A tientas llegó hasta el baño. La calidez de la noche se hacía notar, la respiración repetida cocinaba un aire caldoso que cansaba respirar. Aturdido se sentó sobre la taza del váter, cerró los ojos con fuerza y concentró, con los brazos cruzados sobre el vientre, todas las fuerzas disponibles en la uretra.

Ahí el líquido fluyó por fin y arrastró en su curso una densidad pastosa que arañó las paredes del conducto. No pudo verlo, hasta unos segundos después, pero el líquido rojo se entreveró en el agua cristalina sin hacer ruido.

Al terminar, allí estaba aquella mancha vital anunciando un punto y aparte.

Aturdido y en pijama, abandonó la casa y ascendió las escaleras hasta la azotea. Tan arriba la noche era fresca y aliviaba el calor que día tras día asolaba el exterior sin descanso. La cubierta de tela asfáltica rezumaba la temperatura retenida en sus moléculas.

Le pareció que vestía poca ropa y que, en cualquier caso, era inapropiada. Por encima del perfil sombrío de los tejados, caminaba de puntillas una enorme luna llena. No era la primara vez que se miraban cara a cara.

Se acordó de la sangre coloreando el agua del inodoro, aun aquietada. Reparó en el escozor de la uretra, que insistía.

Estaba solo en el mundo y nada volvería a ser lo mismo. Lo supo al instante. De momento, la inminente mañana, no se parecería a ninguna otra de su vida.

Tuvo la impresión de que habitaba un sueño que no se dejaba soñar.

De repente, deseo con todas las ganas que le quedaban, estirar los brazos, levantar la cabeza, inclinar la espalda y salir volando por encima del perfil oscuro de tejados y antenas.

Para siempre y contra todo pronóstico.

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