Viajar en un banco cualquiera
de la calle, no es tarea sencilla.
P. lo sabe bien, de manera que cuando la noche cae,
se concentra y pone en juego toda su destreza: primero dispone un cartón bien grueso a
lo largo de la superficie, después viene la manta grosera que extiende doble, a modo de
saco de dormir. Antes de disponerse en posición horizontal, un repaso a la bolsa del
supermercado más barato del barrio y al rato la cena está servida.
Así es como, perseverando día
tras día, se puede estar cada nueva mañana un poquito más lejos del hogar de
partida.
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