Dice Warhol que un
artista es una persona que produce cosas que la gente no necesita pero que por
alguna razón cree que es bueno dárselas a los demás.
Dice Aldecoa, Ignacio que el creador auténtico está solo, total y definitivamente solo; es un
animal de fondo al que no lleva la corriente. Y esa es su grandeza y su
aventura.
Llueve. Te quedan por delante cuatro horas de viaje lo
menos. Así que conectas la radio y buscas una emisora cómplice donde sabes bien
que, a esa hora, es fácil que lancen al aire canciones como arco iris.
Te presentan un cantante cualquiera. Un tipo que dice
habitar en una ciudad de provincia con nombre de felino. Porque se puede ser
artista y vivir honestamente sin residir en el centro del mundo, ni dedicarte
en cuerpo y alma a ser lo más de lo más posando. Basta con escribir canciones
donde cada palabra es capaz de arrastrar la siguiente, musicarlas con destreza,
armonía y una pizca justa de brillo, llevarlas al escenario con cuidado de no
romperlas, tan frágiles que son.
Escuchas la primera y es como si alguien te hubiese
puesto la yema de su dedo sobre la fina piel del corazón. Llueve. De la segunda
también sales indemne, pero algo te dice que la voz que canta como quien cuenta
secretos, viene para quedarse.
¿Cómo haremos para conocer las cosas que creemos
importantes?
El camino se deja hacer. El cálculo de horas previstas no
defrauda.
Otro día, buscas aquel músico en la computadora y no te
cuesta mucho dar con él.
Puedes comprar en la web sus discos autoproducidos. Es
sencillo. Puedes escuchar sus canciones tantas veces como quieras. Es de
agradecer. Puedes participar en la financiación de su próximo disco…
Te fascina la gente así. Aquellos que son capaces de
caminar una vida sin más viático que el arte que les corre por las venas. Sin
atender a razones, ni a reglas de juego. Sobreviven simplemente porque están
convencidos de que hacen justamente eso que han venido a hacer al mundo y
ninguna otra cosa.
Te descargas Adios Tormenta. Te subes al coche. Lo
conectas. Llueve. Así da gusto conducir, sabiendo lo que te espera detrás de
cada curva.
Más poesía por favor, que el mundo palidece.
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