miércoles, 2 de mayo de 2012

Cumpleaños


Todo fluye, todo cambia, nada permanece.

Entonces abrió los ojos. Fue justo el instante en que Mamá apareció en la la puerta, con la tarta sobre las manos. Traía las velas encendidas y supo, sin pensar, que aquellos tres palotes, se correspondían con los mismos dedos que ella tan bien sabía contar. Pide un deseo, escuchó que le decían. Se demoró unos segundos y cuando lo tuvo bien agarrado en la cabeza, sopló. El estruendo de los aplausos le hizo cerrar los ojos grandes y curiosos, no fuera que el deseo no estuviese bien sujeto.

Entonces abrió los ojos. El sol se desparramaba a lo largo del cristal. Al fondo de la calle rugió el ruido gripado de un ciclomotor y ella rompió la quietud.  Corrió al grito de me voy. No vengas tarde, escuchó que le decían. No vendré tarde, pensó, pero no todos los días se cumplen dieciséis. Subió de paquete en la moto, atesoró la cintura del otro entre sus brazos y cerró los ojos con fuerza, no fuera que el viento le despeinase el sueño.

Entonces abrió los ojos y vió ante ella un triangulo de tarta de chocolate. La cocina estaba vacía, alguna pisada aun oscurecía el suelo blanco. La fiesta terminó, es el último bocado. Sobre el mantel manchado de vino bailaban las figuras desgastadas del 2 y el 9, firmes como soldados de imaginaria. Mañana empieza una vida nueva se prometió y para que nada fallase, cerró los ojos y rubricó el empeño.

Entonces abre los ojos, acaba de despertar. Le cuesta recordar, porque no hace mucho que vive en la casa. La vida se le posa de a poco por todas partes, recuerda esto y aquello, lo bueno, lo malo. Un par de golpes en la puerta del cuarto le recuerdan que no está sola, que nunca lo está.

-      Sí.
-      Feliz Cumpleaños.
-      ¿Otra vez?
-      Otra vez.

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