domingo, 8 de abril de 2012

Medellín


Nuestros pensamientos inician nuestras acciones.

Cuenta la crónica que Medellín vivió asolada por la violencia durante la década de los noventa. Narcotráfico, guerrilla, paramilitares; distinta canción, idéntico estribillo. Dicen las cifras que el número de muertes violentas por año superaba los seis millares.

En el año 2004, Sergio Fajardo, hoy Gobernador de Antioquia por el partido verde, se hizo con la alcaldía. El plan de regeneración trazado contenía palabras como educación, cultura, emprendimiento…Todo muy sencillo, se trataba de dignificar la vida.

El altavoz del metro de superficie transmite consignas del tipo: ceda por favor su asiento a quien le parezca que más lo necesite…si habla por teléfono, le invitamos a conservar la intimidad de su conversación…Preguntas en la calle por una dirección y por lo general la gente te responde con mucho gusto, que tenga un buen día. No paro de preguntar.

Haz de tu vida lo que quieres que sea tu ciudad. Contagia. La vida buena empezará de a poco a brotar, a partir de ahí la cadena no se para.

Columnas de frágiles casas se extienden por la ladera de las montañas y en algunos lugares puedes ver, desde el metro, como ponzoña variada se acumula en el margen del río. Hay lugares por los que no me atrevo a caminar ni con la imaginación.

En el rincón más insospechado apareció una biblioteca. El jardín botánico es de entrada libre. Por doquier florecen los espacios de convivencia y encuentro.

La recepcionista del hotel me desaconseja visitar algunas zonas emblemáticas por su peligrosidad. Me insta a tomar taxis para ir y volver de los sitios. Agradezco sus palabras y tomo nota. Hay lugares a los que hoy no iré pero mañana sí. Caminé  y tomé el metro, pero no por rebeldía o imprudencia, sino porque es la única forma que tengo para contribuir a transformar el miedo en dignidad ciudadana.

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