Medellín obra con amor, reza el lema de la alcaldía.
La plaza
Botero representa, en su ubicación central, el final y el principio de la
ciudad. Final porque en su privilegiada situación había sido abandonado a su
suerte por la ciudadanía, replegada a los nuevos y más modernos barrios, y
tomada en esa retirada por la descomposición y la anomalía.
Hoy, en
cambio, un extraño brillo surge de sus adoquines. Convierte este simbólico lugar en el punto estratégico desde
el que reiniciar el tiempo detenido, transcurriendo en favor de las sombras.
Allí se toma el pulso al paciente, se estabiliza y se le invita a levantar la
vista hacia el futuro.
Fernando
Botero donó 23 figuras en bronce, grandes y sensuales, que hoy conquistan la
plaza e inauguran el diálogo con el transeúnte. No estás sólo. Las calles te pertenecen. Después, está el museo de Antioquia. Allí se guarda una parte destacada
de las obras del artista. Obras en su mayoría de su autoría creativa, pero
también de otros; regaladas, donadas, entregadas a sus
conciudadanos por Botero…
Obra de Fernado Botero, perteneciente a la exposición Vía Crucis, recientemente donada por el autor al Museo de Antioquia. |
Se
regala lo que tiene enorme valor para uno. Lo otro es, de una u otra forma,
estrategia. El amor de verdad no espera nada a cambio. Fernando Botero regala a
su ciudad la totalidad de su esperanza, una brizna de aire nuevo con la que aprender a respirar otra vez. Su amor a
cambio de nada material.
Es
evidente que, así las cosas, ningún destino puede ser aciago ni nada se puede
temer en el paseo por las calles. Entra la luz y desplaza la sombra.
En la valla del campus de la
Universidad de Antioquia, recita un cartel…Cuida tu alma...
Es una ciudad cargada de
señales para el que quiera leer.
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